Machismo y afectividad en adultos jóvenes.

Machismo and affectivity in young adults.

Virginia Orozco Hidalgo

Escuela de Psicología de la Universidad Rafael Urdaneta.

Maracaibo, Venezuela.

Email: vpohidalgo9@hotmail.com

Admisión: 21/01/21

Aceptación: 27/02/22

Resumen

La investigación tuvo como objetivo determinar la relación entre machismo y afectividad en adultos jóvenes. El estudio fue de nivel y tipo correlacional, enmarcado dentro de un estudio de campo y bajo un diseño no experimental transeccional correlacional. Se realizó un muestreo no probabilístico intencional. La muestra estuvo conformada por 100 sujetos de Maracaibo, Venezuela, de los cuales 50 fueron mujeres y 50 hombres en edades entre 18 y 25 años. Se utilizaron los instrumentos Escala “M” (Cortada de Kohan, Bertoni y Adamovsky, 1970) y la adaptación de la Escala PANAS (Afecto Positivo y Afecto Negativo) de Medrano, Flores, Trógolo, Curarello y González (2015). Los resultados arrojaron un nivel bajo de machismo, un nivel moderado de afecto negativo y un nivel bajo de afecto positivo. No se halló relación estadísticamente significativa entre las variables, indicando que el machismo no tiene correspondencia en la afectividad del adulto joven y viceversa.

Palabras clave: Machismo, afectividad, adultos jóvenes.

Abstract

The objective of this research was to determine the relationship between machismo and affectivity in young adults. The research’s level and type was correlational; it was centered in a field of study under a non-experimental transectional correlational design. A purposive non-probabilistic sampling was used. The sample consisted of 100 subjects living in Maracaibo, Venezuela, which 50 were female and 50 were male between the ages of 18 to 25. The instruments used were the “M” Scale by Cortada de Kohan, Bertoni and Adamovsky (1970) and the adaptation of the PANAS Scale (Positive and Negative Affect) by Medrano, Flores, Trógolo, Curarello and González (2015). The results showed a low level of machismo, a moderate level of negative affectivity and a low level of positive affectivity. No statically and significant relationship between variable were found, indicating that machismo has no correspondence in the affectivity of a young adult and vice versa.

Keywords: Machismo, affectivity, young adults.

Introducción

La existencia del machismo ha estado implícitamente presente desde los inicios de la humanidad, determinando el rol de las personas a cumplir en diferentes contextos: social, familiar, laboral, entre otros, independientemente del género. Del hombre se espera que sea la figura de autoridad principal en la familia y su proveedor, mientras que la mujer debe subordinarse al hombre, dedicarse a su cuidado y a la crianza de su descendencia.

Según Cortada, De Bertonia y Adamovsky (1970), el machismo viene a ser “una forma irracional y arbitraria de imposición masculina y forma particular de organizar las relaciones entre géneros en sociedades donde existen marcadas diferencias étnicas y raciales” (p. 27). Este constructo mental hace que el varón se superponga a los derechos de la mujer y sin escatimar esfuerzos busca imponer su voluntad acudiendo muchas veces a la fuerza bruta. Este término se refiere a una ideología hispana y particularmente mexicana, un concepto que ha sido inventado y que con el paso de las décadas se ha establecido como un sistema cultural no solo exclusivamente en América Latina, sino alrededor del mundo, donde dicho sistema es denominado actualmente “patriarcado”. El patriarcado y el machismo son términos que van a la mano, ya que fomentan estereotipos sin correspondencia alguna con la capacidad real de las personas, reduciendo a hombres y mujeres a caricaturas de sí mismos (Castañeda, 2002a).

Este trabajo será enfocado en que el machismo engloba un conjunto de actitudes, conductas, prácticas sociales y creencias destinadas a justificar y promover el mantenimiento de actitudes discriminatorias y lesivas no sólo hacia la mujer, sino a cualquier otra persona que no cumpla con los parámetros o estándares que establece el mismo, gestándose en el seno del hogar y con participación activa de la propia mujer donde según Castañeda (2002a), en una sociedad machista, todos son machistas.

Según Giraldo (1972), se ha podido determinar que la “producción” de esta ideología y sistema surge principalmente en el hogar, se amplía en la escuela y se consolida en la sociedad, siendo este el planteamiento tradicional de cómo el machismo evoluciona progresivamente dentro y fuera del mismo. En otras palabras, este tiene sus inicios desde la crianza de los hijos dentro de la familia, donde a las niñas se les tiende a mostrar más afecto y ternura mientras que los hombres deben ser endurecidos y se espera que muy pronto se hagan autosuficientes y viriles. Por esta misma razón, el mismo autor plantea que se pueden originar sentimientos de inferioridad, los cuales se compensan a través de un mecanismos psicológicos y una institución cultural (el machismo), perpetuando al machismo a través de una circularidad psicosocial, siendo un rasgo general en los patrones de crianza la falta de afecto hacia los niños, en particular a los varones.

El machismo desconoce la amplitud de la afectividad debido a la hombría que impone el sistema patriarcal, sobre todo en su parte sensible, esa que se deja llevar por sus sentimientos como la compasión, la ternura y el amor, permitiéndose sentir emoción y dolor con facilidad. ¿Cuántas veces se ha escuchado: “los niños no lloran” o “no seas una gallina”? (Babiano, 2015). Esto evidencia que la hombría tiene una estrecha relación con la dureza afectiva, al igual que la represión de sentimientos como miedo y tristeza en hombres, reforzando así la agresividad, mientras que con las mujeres se observa el caso contrario, atribuyéndole la sensibilidad humana, el don de la ternura y las relaciones más afectivas que autoritarias (Guy, 1991).

Al respecto, en una investigación llevada a cabo por Uresti et al (2017) se determinaron las variables predictoras de la percepción de machismo entre rasgos de expresividad positiva y negativa asociados a la feminidad y estrategias de afrontamiento al estrés (centradas en el problema y centradas en la emoción) en hombres adultos del noreste de México, cuyos resultados indicaron una percepción de machismo en los participantes en niveles promedio y relaciones significativas, donde a mayor presencia de conductas machistas, menores rasgos de expresividad positiva asociadas a la feminidad y menor utilización de estrategias de afrontamiento centradas en el problema. De igual manera, Fragoso y Kashubeck (2000) investigaron las relaciones entre la ideología masculina, definida como el machismo, el conflicto de roles de género y la salud mental en 113 hombres mexicoamericanos reclutados de organizaciones del campus y de la comunidad local, estos resultados confirman que los niveles más altos de machismo y la emocionalidad restrictiva se asociaron con niveles más altos de depresión y estrés.

La afectividad es un aspecto complejo, móvil e inasequible de la vida humana, siendo esta explicada también como dinámica y cambiante (Sendin, 2007). Las emociones intervienen de manera esencial en la formulación de los juicios, en la toma de decisiones y en todo tipo de actividad psíquica y conducta humana, contribuyendo de manera significativa a la creación de actitudes y estilos de respuesta. El desarrollo afectivo comienza desde la infancia temprana y va variando sus características conforme el individuo va atravesando diversas etapas de la vida. Por su parte, Grimaldo (2003) señala que el estado afectivo de una persona resulta ser un continuo permanente que cambia de acuerdo a una serie de circunstancias.

Ahora bien, la evolución de todas estas capacidades afectivas está ligada a la comunicación que una persona establece con su entorno y las personas que la rodean (Feldman, 2007). Al respecto, Zubiria (2013) insiste de igual manera, en la importancia de las relaciones interpersonales, mencionando que es la capacidad de tratar con otras personas lo que convierte al hombre en ser humano; así, la afectividad interpersonal apareció hace millones de años, y muy tempranamente también en la psicología. Por otro lado, Senarriaga, Marcos y Corbacho (2014) explican que este mismo desarrollo y la expresión de las emociones están condicionada culturalmente; los autores sostienen que, a pesar de que las personas están biológicamente preparadas para expresar diferentes emociones, sin la estimulación cultural apropiada no se manifiestan. Esto se observa en diferentes culturas donde por el contexto en el que se encuentran, la expresión de determinadas emociones y sentimientos es rechazada, no permitiendo experimentar la vida de forma integral, pudiendo el machismo reprimir y limitar esta vivencia.

En este aspecto, Fernández et al (2016) presentaron un estudio donde se exploró la afectividad negativa en estudiantes universitarios jóvenes realizando un muestreo probabilístico. La muestra estuvo compuesta por 1.377 estudiantes en España donde los resultados revelaron bajos niveles de afecto negativo en la población. Los estudiantes se dividieron en dos grupos que se diferenciban en la intensidad con la que experimentan las diferentes emociones negativas, con mayor presencia de las mujeres en el conglomerado de peores resultados. A su vez, encontrándose diferencias en los resultados y lugar donde se lleva dicha investigación, Medrano et al (2015) evaluaron las propiedades psicométricas del PANAS en la población de universitarios jóvenes de Córdoba, donde se observó un patrón en el afecto negativo en el cual los adultos manifestaron mayores emociones negativas en sus resultados.

Por su parte, Watson y Tellegen (1985) plantean la estructura básica del afecto, donde sugieren que los dos factores que aparecen de forma consistente en la misma, son el afecto positivo y el afecto negativo. El afecto positivo representa la dimensión de emocionalidad placentera, manifestada a través de motivación, energía, deseo de afiliación y sentimientos de dominio, logro o éxito. Las personas con alto afecto positivo suelen experimentar sentimientos de satisfacción, gusto, entusiasmo, energía, amistad, unión, afirmación y confianza. Se relaciona con la extroversión, el optimismo y la resiliencia. El afecto positivo es un factor protector de enfermedades y facilita el buen rendimiento.

En contraste, el afecto negativo representa la dimensión de emocionalidad displacentera y el malestar, manifestada por miedos, inhibiciones, inseguridades, frustración y fracaso. Las personas con alto afecto negativo suelen experimentar desinterés, aburrimiento, tristeza, culpa, angustia, vergüenza y envidia. Se relaciona con la sensibilidad temperamental ante estímulos negativos, labilidad vegetativa, estresores y ambientes desfavorables (Clark, Watson, y Mineka, 1994; citado por Moral, 2011). Esto, es objetivo clave de la investigación, donde se buscará identificar la presencia de alguno de ambos afectos.

Watson, Clark y Tellegen, (1988) concluyen con que el afecto positivo (AP) refleja el punto hasta el cual una persona se siente entusiasta, activa, alerta, con energía y participación gratificante. El afecto negativo (AN) representa una dimensión general de diestrés subjetivo y participación desagradable que incluye una variedad de estados emocionales aversivos como disgusto, ira, culpa, miedo y nerviosismo.

Los estudios realizados a lo largo del tiempo, han sido enfocados en la población adulta relacionándose al daño o consecuencias ya vigentes en la sociedad que no son tópicos nuevos como la violencia de género, maltrato, discriminación, abuso sexual, entre otros.; al igual que la búsqueda de su origen estudiado en diferentes teorías (Giraldo, 1972; Marchal et al, 2018; Ontañón, 1994). Sin embargo, son prácticamente escasas las investigaciones de esta variable relacionadas al conjunto de sentimientos y emociones de las personas.

Es aquí, donde esta investigación toma un papel relevante desde distintos puntos de vista. Con respecto al psicológico, se conoce que la afectividad es pilar principal desde temprana edad para el desarrollo de la personalidad viéndose también influenciado a su vez por el desarrollo social. Un buen desarrollo afectivo permitirá a la persona ser seguro de sí mismo y con capacidades de detección y regulación de emociones al igual que podrá encontrar la manera asertiva de demostrar estas mismas emociones en un futuro, sin embargo, al no haber una buena evolución de esta área, relacionada a la inhibición y disminución en la expresión de emociones comúnmente impuesto por patrones machistas y patriarcales, puede existir una relación entre estos con el desarrollo de la afectividad de las personas incluso desde tempranas etapas de la vida, la cual es fundamental para relacionarse con otros y con ellos mismos.

Por otra parte, se ha tenido la idea errónea acerca de las expresiones del machismo, considerando que las únicas evidenciadas son manifestaciones físicas, formas psicológicas de coerción, entre otras., cuando se debe saber que este también es una manera de relacionarse con el otro, donde se expresa y enseña un manejo de poder sobre los demás, reflejando desigualdades reales desde distintos ámbitos. Es por esto que la investigación presente tiene como objetivo conocer si existe una relación de esta variable con el afecto buscando brindar una base de estudio científica sobre el machismo en otras variables psicológicas de alta relevancia y ofrecer una línea abierta para futuros proyectos orientados sobre este mismo tema, conocer sus efectos y consecuencias en la actualidad.

En base a lo planteado, se presenta la necesidad dentro de dicho estudio establecer como objetivo general el determinar la relación entre ambas variables (machismo y afectividad) en adultos jóvenes, comprobando la presencia de los mismos patrones al igual que el de afecto positivo o negativo en la población de estudio, para posteriormente verificar la existencia de dicha relación y comprobar la hipótesis inicial: a mayor presencia de machismo, mayor afecto negativo y menor afecto positivo.

Materiales y Métodos

En relación al nivel y tipo de investigación, la misma fue correlacional, ya que se busca medir el grado de la relación que exista entre las dos variables en un contexto en particular; el mismo fue llevado a cabo bajo un diseño no experimental, transeccional correlacional, donde se hablan de descripciones pero no de variables individuales sino de sus relaciones. En lo que respecta al modelo, estuvo enmarcado en un estudio de campo, ya que no se busca manipular o controlar variable alguna, es decir, se obtuvo información pero no se alteró las condiciones existentes, ya que se recolectaron los datos de relevancia directamente en el ambiente (universidad, hogar, espacios abiertos, etc.) donde se encuentren los adultos jóvenes (Hernández, Fernández y Baptista, 2006).

La muestra en el presente estudio, estuvo conformada por 100 adultos jóvenes, 50 mujeres y 50 hombres, en edades comprendidas entre 18 a 25 años que se encontraban en la ciudad de Maracaibo, Venezuela. El muestreo fue de tipo no probabilístico intencional, siendo en este caso donde los elementos son escogidos con base en criterios o juicios preestablecidos por el investigador, mencionados previamente.

Para la recolección de datos sobre la variable machismo, se empleó la Escala M de Cortada de Kohan et ál (1970), el cual consta de 22 ítems, tratando de discriminar seis dimensiones que se consideraron pertinentes dentro de dicha actitud: imagen física, relaciones familiares, relaciones sexuales, imagen de sí mismo total (self), esfera de trabajo, posición social relativa del hombre y la mujer. El sujeto que realice dicha prueba debe marcar con una “X” aquellos enunciados (ítems) con los que esté totalmente de acuerdo. Para la corrección de la misma, se otorga un punto por cada ítem antimachista marcado y cada ítem machista omitido, para finalmente sumar ambos puntajes siendo el máximo en antimachismo de 22 y el máximo de machismo es 0 (ver Cuadro 1).

Cuadro 1.

Baremo Machismo

Machismo

0 puntos – 11 puntos

Antimachismo

11,01 puntos – 22 puntos

Nota: Cortada de Kohan et al (1970)

 

Cortada de Kohan et al (1970) encontraron validez convergente adecuada de la escala, al relacionar sus 22 ítems con los de la escala F de Adorno. Con el fin de inspeccionar la validez del formato abreviado utilizado, se correlacionó con la subescala de permisividad sexual (Harding y Phillips, 1986), encontrándose una correlación inversa, a mayor machismo menor permisividad (r=-0.15 y P=0.0011). Lo que es consistente y, por tanto, indicativo de validez divergente. Para demostrar la validez discriminante, los autores compararon los promedios de machismo de universitarios y obreros, detectando que eran significativamente mayores en los obreros. El alpha de Cronbach de 0.648 demuestra que a pesar de ser un instrumento de algunas décadas atrás, actualmente sigue reportando fiabilidad. La consistencia interna, medida por la vía de correlacionar cada ítem con el total, fue adecuada puesto que todos sus reactivos se correlacionaron, positiva y significativamente con la escala total (r entre 0.27 y 0.59 p=0,0001).

Así mismo, la Escala PANAS (Escala de Afecto Positivo y Afecto Negativo) adaptada por Medrano et al (2015), fue la utilizada para la variable afectividad. La misma es un instrumento breve que consta de 10 marcadores para cada una de estas dos dimensiones de la afectividad, los cuales constituyeron los 20 ítems totales del PANAS. Es de tipo Escala Likert, la cual consta de veinte palabras que describen distintos sentimientos y emociones y donde el evaluado debe indicar utilizando las 5 posiciones (1: muy poco o nada, 2: un poco, 3: medianamente, 4: bastante y 5: siempre o casi siempre) en qué medida experimenta cada una de dichas emociones (“Activo”, “Fuerte”, “Inspirado”, etc.) (ver Cuadros 2 y 3)

Cuadro 2.

Baremo Emociones Positivas

Media

33,57

Desv. típ.

6,52

Niveles

Percentiles

Puntaje Bruto

Muy Bajo

5 – 24

23,00 – 28,00

Bajo

25 - 49

29,00 – 33,00

Moderado

50 - 74

34,00 – 37,00

Alto

75 - 94

38,00 – 43, 00

Muy Alto

95 - 100

44,00 o superior

Nota: Medrano et al (2015).

 

Cuadro 3.

Baremo Emociones Negativas

Media

33,57

Desv. típ.

6,52

Niveles

Percentiles

Puntaje Bruto

Muy Bajo

5 - 24

11,00 – 16,00

Bajo

25 - 49

17,00 – 21,00

Moderado

50 - 74

22,00 – 27,00

Alto

75 - 94

28,00 – 35,00

Muy Alto

95 - 100

36,00 o superior

Nota: Medrano y otros (2015).

 

En cuanto a la validez de la escala, la correlación entre las escalas de AN y AP ha sido estimada en r = -.12 a -.23, lo cual es un buen indicador de validez discriminante. La validez factorial del PANAS ha mostrado la existencia de una estructura bifactorial definida, con cargas adecuadas de los diferentes ítems en su respectiva dimensión (Watson et ál, 1988). Las estimaciones de validez concurrente y divergente del instrumento también han sido documentadas en una serie de estudios que se detallan en Watson et ál (1988), relacionando con una alta magnitud y en la dirección esperada el PANAS con otras medidas de AP-AN, tales como cambios de humor, medidas de depresión y ansiedad. Los resultados de igual manera muestran que la confiabilidad del PANAS obtenida mediante el análisis de la consistencia interna y el test-retest arroja altas estimaciones de consistencia interna que varían de a = 0.84 a 0.90.

Resultados y Discusión

A continuación, se exponen los resultados obtenidos en la investigación Machismo y Afectividad en adultos jóvenes siendo presentados en las siguientes tablas de estadísticos descriptivos y estadísticos de correlación, elaborados mediante un paquete estadístico, dando respuesta al objetivo general y específicos del estudio.

Tabla 1.

Estadísticos descriptivos Machismo

Variables

Mín

Máx

Media

Desv.

Interpretación

Imagen física

0

2

1,16

0,61

Antimachismo

Relaciones familiares

1

4

3,47

0,65

Antimachismo

Relaciones sexuales

0

6

2,38

0,82

Antimachismo

Esfera de Trabajo

1

3

2,71

0,55

Antimachismo

Posición social relativa del hombre y la mujer

3

7

5,46

0,89

Antimachismo

Imagen de sí mismo

0

3

2,23

0,79

Antimachismo

Machismo

7

24

17,41

2,77

Antimachismo

 

Con respecto al primer objetivo guiado a comprobar la presencia de machismo en adultos jóvenes, se obtuvo una media general de 17,41 lo cual indica presencia de antimachismo en la muestra estudiada (Tabla 1). La interpretación a estos resultados, sugiere que estas personas independientemente del género, tienen una perspectiva en contra de creencias, rasgos y normas acerca de la superioridad del varón frente a la mujer en diferentes áreas (Castañeda, 2002).

De igual manera, en las dimensiones de la variable machismo, se obtuvo como resultado una postura de antimachismo, evidenciando así, en cuanto a la imagen física e imagen de sí mismo, que el hombre no es el centro y principal de atención en la sociedad ni se demuestra su masculinidad mediante la dominación de otros (Gartizia et al, 2012). En las relaciones familiares, según Bustos (1972) se tienen creencias contrarias a la de un hombre protector y poco paternal y a la de una mujer que debe someterse a los dictámenes del varón, debiendo permanecer y dedicarse fundamentalmente al hogar y a sus hijos; en las relaciones sexuales los individuos no comparten la percepción machista hacia la mujer, donde esta se considera como un objeto sexual para uso y gusto del varón, y también debe ser sometida como prueba de virilidad (Castañeda, 2002).

Aunado a esto, en la posición social relativa del hombre y la mujer, en la población de estudio no existen actitudes discriminatorias a cualquier persona que no cumpla con los parámetros o estándares que establece el mismo medio social (Castañeda, 2002) para ambos géneros, incluyendo aquí la esfera de trabajo, donde la mujer es capaz de llevar a cabo el mismo nivel de estudio y trabajo que el del hombre, no siendo necesaria la dependencia de la mujer respecto al varón en lo económico.

Estos resultados no son congruentes con los obtenidos en la investigación realizada por Uresti et al (2017), en la cual se estudió la percepción del machismo de hombres adultos, encontrándose un nivel promedio de machismo en la población oscilado entre un nivel medio bajo y nivel medio alto, no obstante, también es importante considerar que la diferencia entre los resultados pueda deberse a que la población mencionada es más amplia (de 20 a 50 años) que la presente, es decir, adultos jóvenes, al igual que dicha investigación fue llevada a cabo en México, representando un contexto cultural distinto al venezolano. Finalmente se puede evidenciar, que los jóvenes adultos en Maracaibo, Venezuela, no presentan actitudes machistas.

Según Giraldo (1972) se ha podido determinar que la producción del machismo surge principalmente en el hogar, se amplía en la escuela y se consolida en la sociedad, siendo este el planteamiento tradicional de cómo el machismo evoluciona progresivamente dentro y fuera del mismo. En otras palabras este tiene sus inicios desde la crianza de los hijos dentro de la familia. Actualmente, la visión del machismo ha cambiado con el paso del tiempo, pudiéndose evidenciar en los adultos jóvenes que esta construcción dada en el seno familiar se ha ido modificando, al igual que su permanencia en la sociedad o cultura donde los mismos se desenvuelvan, encontrándose diferencias significativas a investigaciones dadas hace años (Cortada de Kohan et al, 1970).

Resulta pertinente mencionar que otro factor influyente dentro de los resultados registrados es la ausencia de información actualizada sobre el machismo, ya que anteriormente se pensaba que las manifestaciones del mismo era la violencia sexual y física contra la mujer, por lo que Castañeda (2002) explica se ha modernizado y se debe analizar de otra manera éste fenómeno, como una serie de creencias y actitudes implícitas ocultas bajo la superficie de la vida cotidiana, desde miradas, gestos o falta de atención haciendo sentir a la otra persona disminuida, retada o ignorada.

Finalmente, haciendo referencia a comparaciones por el género (femenino y masculino) con respecto al machismo, no se encontraron diferencias significativas entre ambos, por lo que los resultados expuestos son incongruentes a los obtenidos por Marchal et al (2018), cuyo objetivo fue el diseño y validación psicométrica de un instrumento para evaluar las actitudes machistas, violencia y estereotipos en adolescentes, resultando que los hombres puntúan significativamente (p< 0,01) más alto que las mujeres con respecto a las actitudes machistas.

Tabla 2.

Estadísticos descriptivos de Afecto Positivo y Afecto Negativo

Variable

N

Mín

Máx

Media

Desv.

Nivel

Afecto Positivo

100

18

48

32,88

6,51

Bajo

Afecto Negativo

100

10

37

23,00

6,23

Moderado

 

En respuesta al segundo y tercer objetivo, en el cual se busca identificar la presencia de afecto positivo y negativo en los adultos jóvenes, se evidenció en los resultados obtenidos, un nivel bajo de afecto positivo y un nivel moderado de afecto negativo en la población de estudio (Tabla 2). Es este punto, es importante recalcar que se ha propuesto un modelo dimensional bipolar del afecto según el cual existe una única dimensión del afecto que oscilaría entre un polo positivo y otro negativo. De esta forma cuanto más cercano se está de uno de los polos más alejado se está del otro (Blázquez, Soriano-Mas y Navarro, 2012).

Watson et al (1988) concluyen que el afecto positivo refleja hasta qué punto el cual una persona se siente entusiasta, activa, alerta, con energía y participación gratificante, siendo este grado en los resultados del estudio bajo, donde una persona con bajo afecto positivo carece de motivación, energía, satisfacción, amistad, unión y confianza. También se relaciona a este tipo de afecto como un factor protector de enfermedades y buen rendimiento, por lo que se debe ver afectado de igual manera.

Con respecto al afecto negativo, los resultados arrojaron un nivel moderado del mismo, donde se manifiestan en los adultos jóvenes inseguridades, miedos, emocionalidad displacentera y frustración. Niveles altos de este afecto también están asociados a desinterés, tristeza, angustia, envidia y aburrimiento (Clark et al, 1994; citado por Moral, 2011) entre otros estados emocionales aversivos como el disgusto, la ira y la culpa.

Asimismo, se encuentra relación de ambos afectos con el estudio de Medrano et al (2015) el cual contó con población estudiantil en universidades de Córdoba, Argentina, donde se observó un patrón similar con el afecto negativo en el cual los adultos manifestaron mayores emociones negativas que los jóvenes en sus resultados, sin embargo, las conclusiones obtenidas en otro estudio realizado por Fernández et al (2016) no se relacionan con los resultados presentes, ya que se orientó a explorar la afectividad negativa en estudiantes universitarios en España, donde se revelaron bajos niveles de afecto negativo en los mismos (es decir, altos niveles de afecto positivo), teniendo las mujeres mayor presencia en el conglomerado de peores resultados. A pesar de que la estructura del afecto positivo y negativo se presente de manera universal, de igual manera pueden observarse variaciones en los niveles y manifestaciones de las emociones según el contexto y la edad, pudiendo también factores socioculturales ejercer algún tipo de efecto que favorezca el nivel moderado del afecto negativo en los adultos jóvenes de Maracaibo, Venezuela.

En cuanto a las comparaciones según el género relacionadas al afecto positivo y afecto negativo, no existen diferencias estadísticamente significativas, por lo que los resultados son congruentes con los planteados por García y Arias (2019) donde en esta investigación se presenta evidencia de la validez y fiabilidad del instrumento PANAS en población joven y adulta ecuatoriana, no obteniendo de igual manera diferencias significativas al comparar entre hombres y mujeres.

Tabla 3.

Estadísticos de Correlación de las Variables Machismo y Afectividad

Variable

Imagen Física

Relaciones familiares

Relaciones sexuales

ET

PSHM

ISM

Machismo

Afecto Positivo

P

-0,05

0,06

0,06

0,04

0,01

0,03

0,04

Sig.

0,59

0,50

0,53

0,66

0,91

0,71

0,65

Afecto Negativo

P

-0,06

-0,15

0,01

0,00

0,01

0,04

-0,02

Sig.

0,53

0,13

0,90

0,97

0,85

0,67

0,78

 

En respuesta al cuarto objetivo donde se pretende establecer la relación entre machismo y afectividad, no se encontró relación estadísticamente significativa entre ambas variables (Tabla 3) demostrando que no existe relación y que ambas son independientes la una de la otra, es decir, que aunque el adulto joven sea machista o no, de igual manera este sistema de creencias no tiene correspondencia en la afectividad del mismo.

Por otro lado, en investigaciones anteriores relacionadas a las variables de estudio, Fragoso y Kashubeck (2000) indagaron las relaciones entre el machismo, conflicto de roles de género y salud mental, arrojando resultados que afirmaban que los niveles más altos de machismo se asociaron con niveles altos de emocionalidad restrictiva al igual que de depresión y estrés, por lo cual se esperaba una relación estadísticamente significativa entre el machismo y el afecto negativo, al igual que el antimachismo y el afecto positivo.

Uresti et al (2017) determinaron las variables predictores de la percepción de machismo entre rasgos de expresividad positiva y negativa asociados a la feminidad y estrategias de afrontamiento al estrés (centradas en el problema y centradas en la emoción) en hombres adultos del noreste de México; sus resultados indican una percepción de machismo en los participantes en niveles promedio y relaciones significativas, donde a mayor presencia de conductas machistas, menores rasgos de expresividad positiva y menor utilización de estrategias de afrontamiento centradas en el problema, sin embargo, estos resultados no son congruentes con los obtenidos en este estudio, en el cual no se presenta una relación entre ambas variables.

Hernández et al (2017) exploraron la relación entre el perfil de afecto emocional y la distribución de tendencias hacia la equidad de género mediante la utilización del PANAS con 1537 personas en México, donde la diferencia más grande entre subgrupos para Afecto Positivo se registró entre posturas extremas de actitud hacia la equidad de género, donde las “conservadoras” (en cuanto a la igualdad de género) puntuaron con los índices menores de Afecto Positivo (es decir, mayor Afecto Negativo) en comparación con las “progresistas”, evidenciando de igual manera incongruencia con obtenido en el presente estudio.

Dichos resultados expresan que a pesar de que se obtuvo un nivel mayor de afecto negativo, se encuentran actitudes antimachistas, pudiendo la afectividad depender de otras variables y factores que intervengan en el mismo, al igual que en el machismo, situaciones asociadas al contexto social, cultural e incluso personales pueden repercutir en cómo los adultos jóvenes se sienten independientemente de si estos son machistas o no, ya que el machismo depende más de creencias y valores del sujeto, evidenciándose en la actualidad que estas creencias permiten ver cambios en el papel de la mujer y le hombre donde se han erradicado con tabúes y creencias tradicionales, por lo que esto da apertura a una sociedad más inclusiva.

Conclusiones

Al analizar y discutir los resultados del estudio se puede concluir que se manifestó Antimachismo en los adultos jóvenes, queriendo decir, que estas personas independientemente del género, tienen una perspectiva en contra de creencias, rasgos y normas acerca de la superioridad del varón frente a la mujer en diferentes áreas. De igual manera, en las dimensiones de la variable, se obtuvo como resultado una postura de Antimachismo.

En cuanto a identificar la presencia de afecto positivo y negativo en los adultos jóvenes considerando que cuanto más cercano se está de uno de los afectos más alejado se está del otro, se evidencia en los resultados obtenidos un nivel bajo de afecto positivo el cual representa baja emocionalidad placentera y un nivel moderado de afecto negativo en la población de estudio, manifestando emocionalidad displacentera y malestar.

Aunado a esto, donde se buscó establecer la relación entre machismo y afectividad, no se encontró relación estadísticamente significativa entre ambas variables demostrando que ambas son independientes la una de la otra, es decir, que aunque el adulto joven sea machista o no, de igual manera este sistema de creencias no tiene correspondencia en la afectividad del mismo. Dichos resultados expresan que a pesar de que se obtuvo un nivel mayor de afecto negativo, se encuentran actitudes antimachistas, pudiendo la afectividad depender de otras variables y factores que intervengan en el mismo, al igual que en el machismo.

Finalmente, haciendo referencia a comparaciones por el género (femenino y masculino) con respecto al machismo y afecto positivo y negativo, no se encontraron diferencias significativas entre ambos, por lo que se afirma que independientemente del sexo en la población estudiada, el grado de machismo y de afectividad no se ven influenciados por el mismo.

Una vez establecidas las principales conclusiones, se hace necesario, realizar una serie de recomendaciones a los principales implicados: los adultos jóvenes, donde en los casos en los cuales el afecto negativo genere un malestar clínico, asistir a consulta psicológica, promoviendo bienestar y el aumento de la emocionalidad placentera, así como la motivación y la satisfacción. De igual manera, resulta pertinente reforzar en lo posible los conocimientos sobre el machismo, de conocer sus daños en la sociedad y romper estereotipos en los géneros impartidos por éste. Por último, a futuros investigadores y psicólogos, se sugiere elaborar estudios explicativos al igual que la elaboración de instrumentos actualizados para la recolección de datos de la variable machismo, brindando nuevas bases de estudio sobre la misma en variables psicológicas como el apego, estilo de crianza, funcionalidad familiar, entre otros., y ofrecer una línea abierta para futuros proyectos orientados sobre este mismo tema en diversas poblaciones como adolescencia, parejas, familia, entre otros.

Referencias

Babiano, M. (2015). La dureza del patriarcado neoliberal. Periodistas en Español.

Blázquez, F. Soriano-Mas, C. y Navarro, G. (2012). Afecto positivo y negativo: ¿Una dimensión bipolar o dos dimensiones unipolares independientes? Interdisciplinaria, 29(1), 151-164. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=180/18026124008

Bustos, A. (1972). ¿Es machista la imagen de la mujer en El Salvador?. (Tesis de pregrado, Universidad Centroamericana José Simeón Cañas). San Salvador, El Salvador.

Castañeda, M. (2002a). El machismo invisible. Grijalbo.

Castañeda, M. (2002b). El machismo invisible: un enfoque interpersonal. Revista este país, 133, 51-55. https://archivo.estepais.com/site/2009/el-machismo-invisibleun-enfoque-interpersonal/

Cortada de Kohan, N. Bertoni, A. y Adamovsky, E. (1970). Un estudio experimental sobre el Machismo. Revista Latinoamericana de Psicología, 2(1), 31-54. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=805/80502104

Feldman, R. (2007). Desarrollo psicológico a través de la vida. Pearson Educación.

Fernández, E. Molerio, O. Grau, R. y Cruz, A. (2016). Afectividad negativa en estudiantes universitarios: un estudio exploratorio. Ansiedad y Estrés, 22(1), 26-32. https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1134793716300094

Fragoso, J. y Kashubeck, S. (2000). Machismo, Gender Role Conflict, and Mental Health in Mexican American Men. Psychology of Men & Masculinity, 1(2), 87-97. DOI: 10.1037/1524-9220.1.2.87

Gartizia, L. Aitor, A. Nekane, B. y Barberá, E. (212). Inteligencia emocional y género más allá de las diferencias sexuales. Anales de la Psicología, 567-575.

 García, F. y Arias, P. (2019). Propiedades psicométricas de la Escala de afecto positivo y negativo en población ecuatoriana. Revista Mexicana de Psicología36(1), 55-62.

Giraldo, O. (1972). El machismo como fenómeno psicocultural. Revista Latinoamericana de Psicología, 4(3). https://www.redalyc.org/pdf/805/80540302.pdf

Grimaldo, M. (2003). Validez y Confiabilidad de la Escala de Afectos Positivos y Negativos (SPANAS). Revista Cultura. 17, 341-364.

Guy, C. (1991). Hijos del Silencio. Circle.

Harding S. y Phillips D. (1986). The morally debatable behaviors scales, en Robinson, J. Shaver, P. y Wrightsman. Measures of personality and social psycological attitudes. Academic Press, Inc. 1991, pp 742-746.

Hernández, M. Álvarez, M. Díaz, D. y Galán, S. (2017). Perfiles de afecto emocional y su relación con equidad de género y salud en mexicanos. Opción, 33(84), 577-610. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=310/31054991021

Hernández, R. Fernández, C. y Baptista, P. (2006). Metodología De La Investigación. (4ª ed.) Editorial Mc Graw Hill.

Marchal, A. Brando, C. Montes, J. y Sábado, J. (٢٠١٨). Diseño y validación de un instrumento para medir actitudes machistas, violencia y estereotipos en adolescentes. Metas de Enfermería, 21(3), 11-8. https://www.enfermeria21.com/revistas/metas/articulo/81206/diseno-y-validacion-de-un-instrumento-para-medir-actitudes-machistas-violencia-y-estereotipos-en-adolescentes/

Medrano, L. Flores, P. Trógolo, M. Curarello, A. y González, J. (2015). Adaptación de la Escala de Afecto Positivo y Negativo (PANAS) para la población de Estudiantes Universitarios de Córdoba. Anuario de Investigaciones dela Facultad de Psicología, 2(1), 22-36.

Moral, J. (2011). La escala de afecto positivo y negativo (PANAS) en parejas casadas mexicanas. CIENCIA ergo-sum, Revista Científica Multidisciplinaria de Prospectiva, 18(2), 117-125. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=104/10418753002

Ontañón, P. (1994). Sobre las raíces del machismo. Revista de la Universidad de México, 520(1). https://www.revistadelauniversidad.mx/articles/174eda35-d45d-401c-9ba7-95aa56e6dcd3/sobre-las-raices-del-machismo

Sendin, M. (2007). Manual de Interpretación del Rorschach para el Sistema Comprehensivo. (3ª ed.). Sendín.

Senarriaga, I. Marcos, S. y Corbacho, L. (2014). Desarrollo Socioafectivo. Macmillan Profesional.

Uresti, K. Orozco, L. Ybarra, J. y Espinosa, M. (2017). Percepción del machismo, rasgos de expresividad y estrategias de afrontamiento al estrés en hombres adultos del noreste de México. Acta Universitaria, 27(4), 59-68. https://www.redalyc.org/pdf/416/41652788007.pdf

Watson, D. y Tellegen, A. (1985). Toward a Consensual Structure of Mood. Psycho-logical Bulletin, 98(2). 219-235.

Watson, D. Clark, L. y Tellegen, A. (1988). Development and validation of brief measures of positive and negative affect: the Panas scales. Journal of Personality and Social Psychology, 54, 1063-10.

Zubiría, M. (2013). La Afectividad Humana. Revista medicina, 1(4), 4-7. http://revistamedicina.net/weboficial/images/documentos/Vida%20Afectiva